miércoles, 22 de abril de 2015

Teatro:
Lorca es importantísimo en el teatro español del siglo XX. Es un excelente dramaturgo, con una producción dramática muy variada. En algunas obras un humor satírico o una leve emoción matizada de ironía dan lugar a escenas deliciosas, mientras que otras (quizá las más densas y logradas) ofrecen un choque de pasiones elementales en un ambiente rústico, fundiéndose lo lírico con lo trágico en un conjunto de intensa belleza. Atribuye al teatro una función didáctica (“es una escuela de llanto y de risa” y de todo tipo de enseñanzas, viejas y nuevas) y social (refleja el drama de las gentes de una época). Además de autor teatral, fue también director y actor y, desde el otro lado, crítico teatral, haciendo varias declaraciones en las que explicaba su concepción del teatro. Escribió:
Farsas y teatro experimental:
Farsas para guiñol o teatro de títeres: Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita, Retablillo de don Cristóbal, Doña Rosita o el lenguaje de las flores.
Farsas para personas: La zapatera prodigiosa.
Teatro experimental vanguardista: El público y Así que pasen cinco años.
Tragedias:
- Compuestas por la trilogía: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936). En ellas, el tema central surge siempre de un conflicto: el amor imposible o la oposición entre realidad y deseo, con la frustración como resultado. Los personajes sufren por la opresión del círculo familiar y social, y su lucha contra las normas o restricciones impuestas (desde dentro de sí mismos o desde fuera) constituye su auténtico drama, su vida.
Poesía:
Además de unos poemas juveniles iniciales (Libro de poemas, 1921 y Canciones, 1924, ambos de influencia juanramoniana), los primeros libros de poesía que Lorca publica sonPoema del cante jondo (1927) y Romancero gitano (1928). Estos libros muestran a un Lorca popular. Lorca hace en ellos una gran síntesis de la forma poética más querida por el pueblo, el romance, pero unido a algo muy moderno, la vanguardia.
En estos libros hay un especial protagonista: el gitano. A Lorca le interesa el gitano como pueblo marginado, y Lorca utiliza al gitano como correlato, como él mismo, como Lorca marginado. Encuentra así una metáfora de sus propias represiones.
Funde en ellos realidad y ensueño, tradición y audacia metafórica, ofreciendo una interpretación lírica del fondo misterioso y trágico del mundo andaluz.
En 1929, Lorca sufre una crisis personal y sentimental. Esto provoca su viaje a Nueva York (se le acusaba de estar demasiado enraizado en España). Este viaje cambia su poesía posterior, sobre todo porque le permite crear un maravilloso poemario: Poeta en Nueva York:
En Poeta en Nueva York hay cambios muy profundos.
Lorca abandona casi por completo el tono popular y aparecen formas vanguardistas plenas.
Se olvida del romance y aparece el verso libre.
El gitano es sustituido por el negro americano, el nuevo marginado.
La visión que Lorca transmite de Nueva York no es positiva.
Igual en sus obras anteriores, introduce el gran tema de la muerte, la cual siempre presintió, y otro de sus grandes temas generales: la frustración del deseo.

Después de 1930, la producción poética de Lorca decayó, pues se dedicó más al teatro. De esta época quedan, sin embargo, el famoso poema de Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (elegía hecha al torero muerto) y el libro de poemas Diván del Tamarit, escrito bajo la sugestión de la poesía oriental. Su libro Sonetos del amor oscuro, en cuyos poemas Lorca muestra abiertamente su homosexualidad, no fue publicado hasta 1986. Aquí pasa a la forma clásica del soneto, que es la mejor forma para hablar del tema del amor. Aquí ya no afirma la muerte, sino el placer y el deseo liberado de culpabilidad.

FEDERICO GARCÍA LORCA

Biografía:
Desde muy joven fue aficionado a la música y a la pintura. En 1919 fue a Madrid y se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde trabó amistad con los principales escritores y artistas de la época (Dalí, Buñuel, etc.). Un viaje a Nueva York y Cuba (1929-1930) le supuso una gran experiencia y el comienzo de una nueva etapa en su creación literaria. A su vuelta fundó La Barraca, un grupo teatral universitario, con el que recorrió muchos pueblos de España representando obras de autores clásicos y modernos. En agosto de 1936, al poco de iniciarse la Guerra Civil, y a causa de su adhesión a la República, fue asesinado en Granada a los 38 años. Lorca es ante todo POETA y AUTOR DE TEATRO.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Oraciones compuestas

Ahora vamos a empezar con oraciones compuestas.
Se denomina oración compuesta a una oración que tiene más de un sintagma verbal, que tiene más de un verbo conjugado.
Existen varios tipos:
- Yuxtapuestas: no llevan nexo. (, . ;)

- Subordinadas: pueden ser de varios tipos:
     *Adverbiales 
     *Adjetivas
     *Sustantivas

- Coordinadas: se dividen en proposiciones cada parte que lleva un verbo. Ejemplo: P1, P2, P3... Hay varios tipos de coordinadas:
     *Copulativas: Indica unión o suma. "y", "e", "ni"...
Ejemplo: Juan fue al mercado y Elena se marchó a trabajar.
     *Disyuntivas: Indica significados que se excluyen entre sí. "o", "u"...
Ejemplo: Paola irá de vacaciones a Roma o bien visitará a su familia.
     *Adversativas: Expresa oposición o contraste. "mas", "pero", "sin embargo"...
Ejemplo: Afortunadamente, nuestro tío no vino, sino que volvió.
     *Explicativas: Una proposición explica o aclara el significado de la anterior. "o sea", "es decir"...
Ejemplo: El rector siempre tiene razón, es decir, siempre me convence.
     *Distributivas: Indica una referencia o elección alternativa. "Bien... bien, "ya... ya", "unos... otros", "tan pronto... como" ...
Ejemplo: Ya descansa en la cama, ya descansa en el sofá.

martes, 3 de marzo de 2015

Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández

5. Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández

               A la hora de llevar a cabo un análisis de la trayectoria poética de Miguel Hernández, hemos de tener en cuenta que sus inicios como escritor se corresponden con los de un aprendiz de poeta que, como lo calificó Dámaso Alonso, se convirtió en un “genial epígono” de los grandes autores clásicos, hasta que llegó a descubrir su propia voz poética. A su vez, hemos establecido unas etapas que se corresponden con distintos momentos de su devenir poético.

5.1. El aprendiz de poeta  (1910-1931)

               Una primera etapa vendría marcada por los balbucientes escarceos del pastor-poeta oriolano, observador agudo y perspicaz de cuanto existe a su alrededor -en especial, los elementos de la naturaleza y el paisaje levantinos- y admirador de poetas como Virgilio (a través de las versiones de fray Luis de León), San Juan de la Cruz, Lope de Vega, Garcilaso, Góngora, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Antonio Machado y, de forma muy particular, su paisano Gabriel Miró, de quien el propio Miguel Hernández se confesaba deudor, por ser el escritor que más le influyó durante el periodo anterior a 1932. Algo más tarde, recibirá la influencia de Calderón y de Quevedo, para regresar nuevamente a Góngora.

Además de Miró, otra persona que marcó poderosamente al joven Hernández fue su amigo José Marín (Ramón Sijé), a quien conoció en 1929, en la redacción de la revista oriolana Voluntad. Él fue quien contagió a Miguel el amor por los clásicos y quien, junto con don Luis Almarcha, canónigo de la catedral de Orihuela, tuvo una importantísima influencia durante su etapa de formación literaria, al tiempo que contribuyeron a forjar su inicial militancia católica.

En sus primeras creaciones, elaboradas en torno a los dieciséis años, Miguel escribe versos de gran sonoridad, con ritmos y extensión variados, imitando a escritores como Gabriel Miró, Bécquer, Rubén Darío, Gabriel y Galán o el murciano Vicente Medina.

               En la mayor parte de estas primeras composiciones -muchas de ellas inéditas y otras publicadas en semanarios y revistas de Orihuela, entre enero de 1930 y mayo de 1931-, se observa una gran capacidad para la percepción del mundo bucólico pastoril y para expresar las sensaciones que le provoca el paisaje de su tierra. Pero en ellas hay escasa originalidad y muy pocas referencias autobiográficas. Sí, en cambio, son muy abundantes las escenas mitológicas -Diana, Leda, Apolo, Febo, Helios, Hiperión, Orfeo, Medusa, Dafne, Eurídice, etc.- y los ambientes orientales, todo ello como resultado de su gusto por el romanticismo y el modernismo.

5.2. Por el camino de la modernidad y la vanguardia (1932)

               El 30 de noviembre de 1931, Miguel Hernández emprende su primer viaje a Madrid, con la ilusión y la esperanza de que ver reconocida la todavía incipiente creación de ese “pastor un poquito poeta”, como él mismo se autodefine en la carta que ese mismo mes dirige a Juan Ramón Jiménez pidiéndole que lo reciba en su casa y lea los poemas que lleva escritos.

               Pero lo cierto es que, a pesar de las recomendaciones favorables de algunas personas, no obtiene los frutos apetecidos y se ve obligado a regresar a Orihuela, el 15 de mayo de 1932. No obstante, la dura experiencia ha merecido la pena, pues ha podido constatar que su nivel poético no está a la altura de lo él que ha alcanzado a ver en la capital de España. De ahí su decisión de acercarse hacia los movimientos vanguardistas y de renovar su lenguaje, su técnica y su estilo, de modo que le permitan expresar de forma mucho más adecuada y actual, especialmente gracias a la metáfora, todo aquello que constituye su bagaje cultural y humano.

               Para dicho acercamiento a la poesía vanguardista, hay un acontecimiento que resultó de capital importancia: la conmemoración del tricentenario de la muerte de Luis de Góngora, en 1927. Será a partir de entonces cuando Miguel entre en contacto con la poesía de Rafael Alberti (Cal y canto, 1927), Gerardo Diego (Fábula de Equis y Zeda, 1929) y Jorge Guillén (Cántico, 1928). Aunque, sin duda alguna, el mayor influjo fue el de la llamada poesía pura de Jorge Guillén -también, por qué no, aquella poesía pura, desnuda de artificio, de la que tanto hablara el maestro Juan Ramón Jiménez-.

               Será entonces cuando comience a cultivar el endecasílabo, las octavas reales, las décimas y el gusto por la metáfora elaborada, que darán como resultado su libro Perito en lunas(publicado en la editorial La Verdad, el 20 de enero de 1933). El mismo título del libro se muestra cargado de recónditas sugerencias. Por un lado, la palabra perito nos hace pensar en la idea de un oficio en el que el poeta se muestra como entendido o experto. Y, por otro, su experiencia parece radicar en aquello que resulta misterioso, cargado de ensoñación o de embeleso, como son esas lunas, en plural, o esas estrellas puras, “en delirio callado de tormentas deliciosas” que menciona su amigo Ramón Sijé en su prólogo a la primera edición de Perito en lunas.

               En este discurrir por la senda gongorina, algunos de sus mejores modelos serán los poetas del 27, entre ellos su siempre admirado Federico García Lorca, de quien pudo recibir, entre otras influencias, el motivo de la luna, especialmente a partir de la lectura de su Romancero gitano (1928);  o las versiones actualizadas de la poesía de Góngora, como la del Alberti de Cal y canto; o, como señala Gerardo Diego al referirse  a los acertijos poéticos de Perito en lunas, un estilo muy cercano a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, quien, desde 1910, había empezado a dar a conocer esa especie de particular juego poético vanguardista, afirmando que sus conocidas greguerías eran el resultado de unir metáfora y humor, gracias a lo cual conseguía definir -con enormes alardes de imaginación, intuición y capacidad de observación-, muchos de los objetos que configuran la vida cotidiana. Así, por citar algunos ejemplos: “El agua se suelta el pelo en las cascadas”, “La palmera ancla la tierra al cielo”, “El cocodrilo es un zapato desclavado” y “Las flores sin olor son flores mudas”.

5. 3. El descubrimiento del amor (1934-1936)

               Con la publicación de El rayo que no cesa (terminado de imprimir el 24 de enero de 1936, aunque su gestación como libro es anterior a esta fecha), Miguel Hernández aparece como un poeta que ha asimilado plenamente la influencia de Quevedo y del dolorido sentir garcilasiano, así como la forma estrófica del soneto. Todo lo cual le sirve para expresar a la perfección su pasión de enamorado, después de haber iniciado, en el otoño de 1933, una relación con la que acabaría siendo su esposa, Josefina Manresa. Su amor será fuente de poesía, mediante la expresión de sus más íntimos sentimientos, deseos y agonías, en lo que se ha dado en considerar un “desgarrón afectivo”, con un estallido de pasión, cegadora y fulminante, como la del rayo que da título al libro. Y, junto a este neorromanticismo, encontramos la presencia de determinados símbolos, como el cuchillo, el rayo, la espada, el fuego, el naufragio o el toro.

               Por otra parte, también se puede observar la influencia del Pablo Neruda de Residencia en la tierra -a quien había conocido en el verano de 1934 y con el que entabló una profunda amistad- y la de Vicente Aleixandre, con el que inició una excelente relación a partir del 23 de septiembre de 1935, cuando Miguel le pidió un ejemplar de su libro La destrucción o el amor.  

Precisamente, fue Pablo Neruda quien fijó los presupuestos estéticos de la llamada “poesía impura”. A partir de ahora, a Miguel le preocupa profundamente el problema de la existencia humana y, en particular, el de su vida particular y concreta, llena de amor y de dolor, de ansiedad y de deseo, a la que trata de aferrarse con todas sus fuerzas. De ahí la pasión atormentada que impregna algunos de sus mejores versos, al igual que sucede con la soledad, la pena y la tristeza. Y es así como aparecen las tres constantes que constituyen la clave de su obra; las famosas tres heridas: la vida, el amor y la muerte.              

A última hora, Miguel Hernández incorpora su famosa “Elegía” a Ramón Sijé, tras la súbita e inesperada muerte de su amigo, el 24 de diciembre de 1935, en Orihuela. Compuesta en tercetos encadenados, el poeta se inserta en la tradición literaria de las elegías fúnebres, que tan maravillosos ejemplos ofrece en nuestra poesía y una de cuyas más emotivas muestras la podemos encontrar en las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique o en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca.

5.4. La poesía revolucionaria (1937-1939)

               Con el estallido de la guerra civil, la poesía de Miguel Hernández da un giro radical hasta llegar a convertirse en esa especie de paradigma, casi de mito, para quienes vieron en él al poeta comunista, luchador y mártir por la causa de la libertad, al tiempo que se olvidaban de aquel otro Miguel Hernández otrora cultivador de la poesía clásica y aferrado a un ferviente catolicismo.

               Su producción bélica se puede resumir en dos libros de poesía: Viento del pueblo(1937) y El hombre acecha (1939), bastantes diferentes en cuanto a registros poéticos.

               En septiembre de 1936, Miguel se enrola como voluntario en el Quinto Regimiento del bando republicano, comenzando así su faceta de poeta-soldado. El 9 de marzo de 1937 se casa civilmente con Josefina Manresa en el juzgado de Orihuela. Y el 9 de diciembre de 1937 nace su primer hijo, Manuel Ramón, mientras Miguel se encuentra en la batalla de Teruel.

               Mientras tanto -entre el verano de 1936 y el verano de 1937- el poeta ha ido componiendo su libro Viento del pueblo, que ve la luz en el verano de 1937. Un libro en el que vemos a un escritor profundamente enraizado en el pueblo, que se hace eco de las inquietudes populares con una marcada tonalidad épico-lírica, en consonancia con el modelo que habían fijado poetas como, por ejemplo, Rafael Alberti, con su poesía combativa, revolucionaria y surrealista. Y, también, influido, entre otros, por el poeta argentino Raúl González Muñón, amigo de Miguel, quien había escrito en 1935 su libro La rosa blindada (Homenaje a la insurrección de Asturias y otros poemas revolucionarios), hecho que pudo influir en la elaboración, entre otros textos, del drama hernandiano Los hijos de la piedra, centrado en la revolución de los mineros asturianos en octubre de 1934.

               Para Miguel, la poesía es esencia del pueblo y tiene su origen, su raíz, en la tierra misma, y su destino es el pueblo. Así lo pone de manifiesto en la dedicatoria del libro, hecha a Vicente Aleixandre, cuando habla de que el cimiento de los poetas es la tierra y el destino es parar en las manos del pueblo. Y quienes “se atreven a deshonrar esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía”. Los poetas -escribe Miguel- “somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.

               Ha llegado el momento del poeta soldado, del esposo soldado, que se deja arrastrar por los acontecimientos bélicos y carga su poesía de imágenes llenas de dureza, de elementos metálicos, de armas. Por consiguiente, la muerte aparece representada por un guerrero medieval “con herrumbrosas lanzas y en traje de cañón”. Además, la guerra hace que los claveles se transmuten en disparos, y los toros en fundiciones de hierro y de bronce.

               Ahora es cuando la poesía impura de Neruda y de Aleixandre adquiere su plena corporeidad y cuando los poemas se llenan de imágenes surrealistas, cargadas de irrealidad y de elementos visionarios, con los que compone encendidos poemas de contenido elegíaco y social, en los que se aprecia un cierto optimismo, una cierta esperanza en la victoria.

               Al mismo tiempo, lleva a cabo una renovación métrica, dando paso a la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, los romances, los serventesios de pie quebrado. Y, con estos metros, elabora 25 excelentes muestras de esa poesía profética -que decía él- encargada de “propagar emociones y avivar vidas”. Como lo hace con la “Elegía primera”, un texto inspirado por el asesinato de García Lorca y cargado de ese característico tono elegíaco de Miguel Hernández. O con la “Canción del esposo soldado”, en la que trata por todos los medios de sembrar una nueva vida, en medio de la destrucción, el caos y la muerte.

               Si en Viento del pueblo habíamos podido observar cómo la tristeza podía llegar a empañar algunas de sus poesías más sentidas y entrañables, en El hombre acecha el tono es mucho más pesimista y negativo. Porque el poeta ha podido comprobar, de primera mano, la realidad de aquel famoso aserto según el cual “el hombre es un lobo para el hombre”, o, como diría Gracián, “el hombre tiene la intención más torcida que los cuernos de un toro”.

El hombre combate contra el tiempo, y el tiempo va acabando con él. El hambre se va extendiendo y enseñoreando de todo; pero, como siempre, atacando duramente a los más pobres. Las cárceles, que constituyen un nuevo símbolo, van con sus fauces abiertas en busca de hombres y de pueblos enteros con los que satisfacer su apetito voraz e insaciable. Los trenes circulan llenos de sangre y van derramando piernas, brazos y ojos, al tiempo que siembran rastros de amargura.

               Y, en medio de ese clima de muerte y podredumbre, Miguel invoca a los poetas:Aleixandre, Neruda, Alberti, Altolaguirre, Cernuda, Prados, Machado, Juan Ramón o León Felipe.A ver si, entre todos, pueden hablar de aquello que siempre ha constituido el quehacer de los poetas: llevar a las gentes un mensaje lleno de locura amorosa, de fe en el ser humano, de unidad, de comprensión, de solidaridad y de justicia.

5. 5.  La cárcel y la muerte (1939-1942)

               El que sería su último libro, Cancionero y romancero de ausencias, compuesto entre octubre de 1938 y septiembre de 1939, fue entregado por Miguel a su esposa en dicho mes de septiembre y permanecería inédito durante varios años.

               Esta primera versión, en forma de cuaderno, es una especie de diario íntimo compuesto por 79 poemas en los que recoge, de forma muy intimista no exenta de cierta resignación, episodios de su vida como pueden ser, por citar algunos ejemplos, la muerte de su primer hijo, la alegría por el nacimiento del segundo, la dura separación de la esposa amada, los momentos finales de la guerra y las consecuencias de la derrota, incluida la condena a pena de muerte. Posteriormente, el poeta continuaría escribiendo algunos textos más hasta 1941, de manera que los editores llegaron a recoger unos ciento treinta poemas.

               En este libro, en el que Miguel Hernández alcanza la expresión de su madurez poética, observamos cómo la metáfora se eleva hacia sus cotas más altas de perfección y de expresividad, no exenta de cierto sabor surrealista, y cómo el poeta prescinde de todo aquello que resulte superfluo o no sea absolutamente esencial. De ese modo, nos encontramos ante una poesía que busca, ante todo, la verdad humana y que se muestra casi desnuda de artificio –hasta suele elidir elementos gramaticales y signos gráficos-, como aquella poesía de inspiración juanramoniana, que hemos podido ver en sus primeros tiempos.

Una poesía, además, plasmada en poemas breves y versos cortos -algunos de ellos podrían ser considerados auténticas sentencias quintaesenciadas-, con metros más tradicionales, en forma de canciones, romances, romancillos y coplas, en la que son muy frecuentes los paralelismos, las correlaciones, las similicadencias, las reduplicaciones y los versos en forma de estribillos, con un  claro predominio de la rima asonante, aunque en algunos poemas encontramos rima consonante (como es el caso, por ejemplo, del poema “No quiso ser”). Todo ello contribuye a dotar a sus poemas de cierta musicalidad y a situarla en evidente cercanía con esa poesía de inspiración neopopular que, en ocasiones, nos recuerda a su admirado Federico García Lorca.

               En cuanto a los diversos asuntos tratados por el poeta, nos parece interesante destacar aquellos que están referidos al ámbito familiar: los besos a la mujer amada; la ausencia y la distancia -que acrecientan aún más las tres famosas heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida-; el vientre de la amada; la muerte de su primer hijo; el nacimiento del segundo; la guerra; la cárcel, o el hambre. Y, en cuanto a los temas tratados, hay que apuntar que, junto a los ya habituales en su poesía anterior, cobran especial protagonismo las aves, el olivo, la higuera, el mar, la tierra y el ataúd.

               Todos estos temas dotan a sus poemas de una verdadera voz propia, muy intimista, gracias a la cual el poeta se aparta de muchas de las influencias literarias recibidas hasta el momento, para adentrarse en la búsqueda de sus raíces personales, en lo más íntimo de sí mismo. Así parece indicarlo la nota que escribió en la tapa del cuaderno entregado a su esposa: “Para uso del niño Miguel Hernández”.

IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

4. IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN LA POESÍA DE MIGUEL HERNÁNDEZ.

              
Toda la obra poética de Miguel Hernández pretende elevar a un plano superior, de belleza, de dignidad, las cosas feas que lo rodean. Tras unos titubeos iniciales, la poesía se convierte en una proyección de sí mismo en la que una serie de símbolos e imágenes se usan para expresar sus temores, sus anhelos y sus penas.

               En líneas generales, podemos destacar una serie de símbolos que son recurrentes en toda su producción poética (el rayo, el toro, la sangre, el fuego, los instrumentos que causan dolor…) si bien su significado no es unívoco, sino cambiante en función del momento que vive el poeta. En cualquier caso, si que se observa un punto de inflexión en cuanto a significación de los símbolos, pues El rayo que no cesa marcará un antes y un después en la intención y sentido de algunos de los símbolos que hemos mencionado y determinará la desaparición de algunos y la aparición de otros nuevos. Vayamos viendo, pues, todo esto con detenimiento.

               Perito en lunas (1933) es un libro cultista constituido por cuarenta y dos octavas reales que constituye la adscripción de Hernández a la poética purista de los años veinte. Las imágenes que lo pueblan son de gran complejidad, rayana en el hermetismo pero su mérito radica en la adaptación de todo eso al mundo personal de Miguel Hernández, a su realidad inmediata, al paisaje y a los hombres de su entorno.

               El símbolo que habita este obra iniciática es, por encima de los demás, la luna, una luna presente, omnipresente, tanto en su forma como en sus propias características (nocturnidad, calma, evocación, inaccesibilidad…) en el poemario. En primer lugar, la luna, como elemento asociado tradicionalmente a la poesía, convierte al perito en lunas en experto en poesía y, como tal, se quiere mostrar Hernández. Pero va más allá, pues la luna es aquí un símbolo de plenitud, de exaltación vital. Simboliza el destino poético, la búsqueda de la contemplación. Todos los objetos responden a esa concepción redonda y circular: “La noria” pág. 91, “Horno y luna” pág. 92, “la gota de agua” pág. 91.

               Hay otro símbolo, perenne en la obra de Miguel Hernández, que ya aparece en este poemario, y es el toro. Es aquí un animal mitificado, glorioso, heroico, es el toro bravo que galopa junto al caballo, lleno de empuje y de fuerza.

               El rayo que no cesa (1936), escrito en su mayor parte en sonetos, es un libro de temática eminentemente amorosa donde Hernández muestra un concepto del amor como destino trágico del hombre. Para reflejarlo, pondrá a su servicio un complejo conjunto de imágenes y símbolos  como el cuchillo y otros instrumentos del dolor, el rayo, el fuego y otros elementos de la naturaleza, animales como el toro… y todas ellas muestran ese atormentado mundo de amor y muerte que es El rayo que no cesa.

               Quizá el símbolo más repetido en este poemario sea el rayo. El rayo y otros elementos asociados al fuego representan la pasión, en oposición al hielo o la nieve que representan la frialdad de la amante esquiva. El concepto de amor que subyace en esta obra es el que significa un estado de convulsión, de pasión fatal, asociado no sólo con el rayo, sino también con la tormenta, el huracán o el vendaval. Pero el rayo no es solo pasión, es también una fuerza aniquiladora, es destrucción y angustia que llega desde el aire, convirtiendo así al amor en un sentimiento devastador y trágico, doloroso, atormentado. (“¿No cesará este rayo que me habita”?)

Con el rayo, el cuchillo y toda una serie de instrumentos que causan dolor, instrumentos de sacrificio. El cuchillo es una fuerza contradictoria (“Un carnívoro cuchillo”), mortífera, como la propia pasión amorosa, es un “rayo de metal crispado”El cuchillo, la espada, la guadaña, la espina, los puñales, el martillo… hieren de la misma manera el alma atormentada del poeta enamorado, representan un amor atormentado pero sin el que no se puede vivir. El amor provoca una herida profunda, una pena por el sentimiento no correspondido, una herida profunda en la que salen a relucir términos como cuchillo, rayo, fragua o infierno.

El toro es otro de los símbolos más poderosos de este poemario y uno de los más  repetidos a lo largo de toda su producción. Es símbolo de fuerza, virilidad, masculinidad, hombría y libertad. Se asocia a la pasión amorosa y al poder desmesurado.

Miguel Hernández usa la metáfora del toro para referirse al enamorado, al hombre que pasa y cruza las tragedias de la existencia. El poeta se identifica con el toro pues tiene una serie de debilidades, caracteres y valores que lo acercan al animal (“como el toro he nacido para el luto…”); Como el toro, soporta el luto, el dolor, el castigo, como él, ha nacido para la tortura y sólo la muerte es capaz de parar el dolor; comparten pues ese destino trágico. Pero la propia nobleza del toro también es, desde esta perspectiva, un elemento en común, pues el propio Miguel es también noble, como el toro.

El rayo que no cesa marcará un antes y un después en la obra poética de Miguel Hernández. A partir de aquí la temática cambia. Los libros que le siguen son los llamados “de guerra” (Viento del pueblo y El hombre acecha) y, aunque algunos de sus poemas son mera propaganda política, todos ellos mantienen una gran calidad literaria. Sin embargo, son fruto de su participación en la guerra y de su deambular por varias cárceles españolas, lo que dejará una marcada huella en toda la producción. Es una poesía de “compromiso”, llena de madurez y en la que los símbolos adquieren una significación renovada; las imágenes hasta ahora estudiadas multiplican su significación y a la vez aparecen imágenes y símbolos nuevos.  En Viento del pueblo y El hombre acecha la poesía se convierte en un instrumento de lucha. Las circunstancias que inspiran la poesía son distintas y, ahora, el drama y la tragedia muestran una poesía  invadida por la metáfora y el símbolo.

El rayo y el relámpago, igual de violentos que antes, ahora se relacionan con la agitación social, instan al levantamiento del pueblo para luchar contra la injusticia. Ahora se unen el destino trágico del poeta y el de todo un pueblo, todo un país, y la lucha y el enfrentamiento se representan con hachas, hoces, martillos, mazas y manos en forma de garras; es el germen de la poesía más social.

El poeta sigue cantando (“Vientos del pueblo me llevan” o “Sentado sobre los muertos”) pero ahora canta, no para él mismo ni para la amada, sino para el soldado que lucha en el frente, para los jornaleros, los campesinos…

En la poesía de guerra, como ya hemos dicho, se representa la agresividad y la cobardía, con sus contrarios, en imágenes del mundo animal. Por un lado, el toro, que, en sus cualidades de terquedad, nobleza, virilidad, entrega, fiereza, representa a la España republicana y su destino trágico, y acaba identificándose con España misma en “llamo al toro de España” (El hombre acecha). El toro representa también el orgullo del pueblo; muere de pie siendo fiel a su sangre y a su origen y se convierte en signo de arrogancia y gallardía. Frente a él, por otro lado, aparece elbuey, que, doméstico y manso, es la imagen de aquello a lo que ha sido reducido el pueblo en manos de sus explotadores: sujeción al poderoso, esclavitud… (“El niño yuntero”).

Miguel Hernández pone de relieve la necesidad de ser toro y no buey, indicando el camino de la lucha, de la rebelión (“Vientos del pueblo me llevan”)

El león aparece, en Viento del pueblo con las mismas cualidades que el toro, en oposición a los felinos que aparecen en El hombre acecha, que aparecen identificados con el bando contrario. Aquí, el felino tiene un comportamiento fiero, sanguinario y cruel, frente al toro como animal noble y poderoso.

Las aves dañinas y carroñeras representan toda persona, colectivo o fuerza que se oponga a la expansión de los ideales democráticos (“Los hombres viejos”, “El vuelo de los hombres” y “Madre España”. Frente al cuervo, la paloma encarna la inocencia en “Elegía primera”. Ciertas aves encarnan también la falta de valores y la presunción: el pavo real y la gallina. El caballo aparece como animal bravío y su galope sugiere el ansia de libertad. Los enemigos del pastor, los lobos y loschacales, también se relacionan con las fuerzas fascistas. Y lo mismo ocurre con los tiburones.

Viento del pueblo (1937), está escrito en formas estróficas como la silva, la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, serventesios de pie quebrado y los romances. Predominan los poemas de exaltación heroica y beligerante y, sobre todo, de tono social. Son éstos los que representan al mejor Miguel Hernández, al más auténtico (“El niño yuntero”, “El sudor”, “las manos” y “La canción del esposo soldado”).

En este poemario, que representa el entusiasmo bélico, la esperanza ante la posible victoria, la rabia y la fuerza de los trabajadores aparecen en los símbolos del fuego, el relámpago y el rayo(“Viento del pueblo”).

El fuego exalta al ejército y a sus héroes. La sangre derramada, que ya anuncia un destino trágico, se convierte en rayos; la sangre se eterniza en fuego porque la esperanza es también fuego. Elrayo también es el trabajo (“1º de mayo de 1937”). El trabajador vive en armonía con lo natural, (“las manos”).

En esta obra y en El hombre acecha se ha visto la presencia, no sólo del fuego, sino también del resto de los elementos aristotélicos: el agua, el viento y la tierra. Así, el trabajo convierte el aguaen un sudor que el poeta ha de ensalzar, un sudor que estrecha la relación entre el hombre y la tierra (“Jornaleros”) y levanta los olivos (“Aceituneros”). De hecho, el agua, en forma de saliva, mar, río o sudor, es un combatiente más (“Jornaleros”; “Fuerza del Manzanares”). La tierra “traga alemanes” y “muerde italianos” en “Campesino de España”, y del barro de la tierra se levanta el ejército republicano.

En El hombre acecha (1939) se advierte a un Hernández cansado ante el desalentador balance de muertes sin sentido, cárceles, heridos y odio. De estructura métrica y estética similar a Viento del pueblo, en sus temas esenciales conviene destacar la tensión generada entre dos fuerzas opuestas, una positiva y otra negativa, que a modo de antítesis vertebra las composiciones  con ideas como la justicia frente a la explotación, libertad frente a opresión, trabajo frente a hambre, y actitud heroica frente a la burocracia y a la asepsia. Subyace ahora una profunda amargura.

Ahora el toro aparece a veces vencido aunque en algunos poemas aún significa la lucha, la fuerza, y sirve para incitar al levantamiento y la lucha. A veces es la España que debe luchar contra todo lo que ponga en peligro su espíritu, avanzando con sangre de furia y rayo. Se aprecia, en alguna ocasión también una interesante oposición entre el toro y la tierra; el primero, representa lo masculino, lo paternal; la segunda, lo femenino, lo maternal, la madre, lo femenino el origen y el destino, pero será en Cancionero y romancero de ausencias donde este último significado aparezca en mayor medida.

Los cuatro elementos de la naturaleza a los que antes aludíamos adquieren matices distintos. Dos años de sangre han convertido el fuego en ceniza y ha secado el agua de los besos (“Llamo al toro de España”, “Pueblo”, “El vuelo de los hombres”) aunque hay poemas que aún muestran el espíritu combativo de Viento del pueblo, donde el fuego aún aparece como fuerza.

Desaparece el rayo casi totalmente. El hombre es ahora una fuerza acechante y hay un abismo entre él y la tierra, “se ha retirado el campo”. No obstante, el fuego, el fogonazo, la lumbre, lo volcánico son símbolo del deseo de purificación y significan también acción fecundante y regeneradora.

Al fuego se opone la nieve helada (“El soldado y la nieve”) y la tierra aparece como desencanto y señal de vida eterna en “Madre España”. La lluvia es ahora la de la sangre (“El tren de los heridos”) que inunda el mundo y enturbia el agua. A pesar de eso, los símbolos asociados a la luz y al agua tienen, muchas veces, valores positivos. Imágenes como resplandor, lucero, sol, rayo, aurora, mar, espuma, torrente simbolizan la energía purificadora, el dinamismo vital anhelado.

La sangre tiene un doble matiz: positivo, pues es un signo solar, representa la fuerza; y negativo, pues simboliza la destrucción.

Cancionero y romancero de ausencias (Escrito entre 1938-1941) se identifica con un tiempo de desgracias para Miguel Hernández: una guerra civil con un final desalentador, la muerte de su primer hijo, la condena inicial a pena de muerte, las cárceles, la enfermedad y la ausencia de los suyos. Todo ello le llevará a un proceso de intimidación, de reclusión en su “yo” lírico privado. Es un poemario construido casi a modo de diario íntimo, más cerca que nunca de la desnuda y esencial verdad humana.

La sangre es ahora una corriente que va hacia la muerte, un impulso, dolor, fuerza, tragedia; es la sangre de Miguel Hernández, de su esposa, de su hijo muerto.

Aparecen otros símbolos como el viento, el hoyo, el cuchillo, el vientre, la piedra, la espada, el olivo…

Ya no hay toro, sino términos que señalan la muerte: acechar, hachas, cuervo y, de manera insistente, cárceles y cementerios.

Aparece el símbolo del vientre. En “Menos tu vientre” éste es el centro de lo creado, de la fecundidad, del amor humano, la tierra donde crece la semilla de la vida. Varias veces aparecen asociados el vientre y el sexo femenino como símbolos eróticos, pero también como centro de la vida  y la plenitud amorosa, un refugio seguro. En ocasiones aparecen tras metáforas en las que predominan elementos de la naturaleza.

En este libro, aún hay ecos del dolor casi irresistible al contemplar una España destrozada y rota por la guerra, pero es ahora el dolor del soldado, del esposo separado de su esposa, del padre, del preso, el que subyace en una poesía en la que el poeta desnuda su alma y muestra la huella del dolor íntimo.

Aún así, hay algunos poemas que hablan de la derrota del pueblo, pero ya no hay exaltación sino desaliento, desesperanza. Su voz es la de la derrota (“Tristes guerras”). La muerte invade los versos de este poemario, representada por los hoyos, la tierra, el cementerio, las sombras. Ahora la muerte es más cercana, es la del hijo muerto.

               Pero la guerra se aleja y llega una nueva exaltación del amor en imágenes llenas de pasión (“Hijo de la luz y de la sombra” “Antes del odio” ; libre soy, siénteme libre. Sólo por amor) El amor que lo hace libre da paso a la esperanza por su próxima paternidad, representada en el vientre de la amada (“Menos tu vientre” y “Nanas de la cebolla”)

               Desgraciadamente, con la muerte del hijo la luz se vuelve a apagar y llegan las sombras, la tristeza, la tragedia (“A mi hijo” y “Era un hoyo muy grande”)

               La lluvia y la flor representan también al hijo muerto, mientras los pájaros representan la libertad. La lluvia también simboliza la angustia existencial del prisionero (“llueve tiempo”)

               En general, las imágenes del agua son bastante interesantes: agua turbia, agua removida, hielo, agua de distancia. Las pasiones son el agua turbia y es agua removida el odio que habita el corazón del hombre. El agua es destructora, el mar borra el amor, la vida y el hielo negro es el hambre, con la escarcha como único alimento (“Nanas de la cebolla”).

               La tierra es tenebrosa y reseca, sedienta del cuerpo del poeta.

No hay fuego y el rayo significa la fugacidad del tiempo, que hace envejecer. El rayo, los huracanes, el viento enconado quieren separar a los amantes y el viento también lleva al poeta a la muerte (“Voy alado a la agonía”). Finalmente, la esperanza en el nacimiento del segundo hijo, hace aparecer el rayo como fuerza, energía y enciende la esperanza.

               Por último, se puede apreciar aquí también imágenes solares asociadas al hijo muerto o al segundo hijo que nacerá. Se les equipara o son sustituidos en numerosos poemas con el sol y sus propiedades o sus efectos, y en términos como amanecerdía

Y para terminar, queremos condensar todo lo hasta ahora comentado en unos versos, desde los cuales debemos tratar de entender toda su obra: “ Es mi persona / una torre de heridas / que se desploma”.

viernes, 27 de febrero de 2015

LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE PRINCIPIOS DEL S.XX HASTA LA POSGUERRA

3. LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE PRINCIPIOS DEL S.XX HASTA LA POSGUERRA

La poesía recorre, en los años que van de principios del s. XX hasta la posguerra, un periodo de gran agitación y experimentación que dio como resultado una nueva “edad de oro” de la lírica española. En estos años surgen algunos de los más importantes nombres de la historia de la poesía española: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, etc.

Pese a que el número de años, unos 40, no es muy elevado, la complejidad y la gran actividad poética desarrollada en estas cuatro décadas es tremenda, lo que dificulta el análisis completo y profundo de este periodo, dadas las limitaciones de tiempo y espacio de que disponemos.

3.1. Herederos del Modernismo: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez

Por ello, pese a que el Modernismo se cultivó en España ya bien entrado el siglo XX, prescindiremos de su análisis por ser en esencia un movimiento cuyo esplendor se da durante la última década del XIX. No obstante, tenemos que hablar de dos de los herederos del Modernismo que marcaron con su personalidad los primeros años del siglo: Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

Antonio Machado nació en Sevilla en 1875. Su obra poética suele dividirse en tres grandes etapas, pese a que en todas ellas permanecen unos temas fundamentales que siempre preocuparon al poeta: el tiempo, España, el recuerdo.

La primera etapa está representada por su obra de 1907, Soledades, Galerías y otros poemas. Esta obra se caracteriza por la influencia modernista, que se plasma en la abundancia de crepúsculos, de una subjetividad romántica en la contemplación del paisaje y en la preocupación rítmica y cromática. Sin embargo, el tono íntimo de todo el libro, así como la repetición de unos símbolos personales (el agua, la fuente, el sueño), que se asocian a unos temas recurrentes (el tiempo, la muerte, Dios…) hacen de este libro algo más que otro libro modernista.

La segunda etapa de la poesía de Antonio  Machado se relaciona con su obra Campos de Castilla(1912). Con esta obra, Machado entra de lleno en las preocupaciones de la Generación del 98 (Unamuno, Baroja, Azorín, Valle-Inclán…) que estaba preferentemente formada por novelistas y ensayistas, ya que su preocupación por España y sus problemas sociales, históricos y filosóficos encontraba mejor cauce expresivo en la novela y el ensayo que en la lírica. Sin embargo, esta generación se caracterizaba también por mostrar un interés filosófico que les llevaba, como a Machado, a reflexionar sobre los grandes problemas del hombre, el tiempo, la muerte y Dios. Esta nueva obra de Machado supone una salida de la subjetividad de Soledades… hacia la objetividad de España. No se centra ya tanto en su melancolía,  sino en la visión del paisaje y la personalidad de una región que los autores del 98 consideraban la esencia de España: Castilla. Junto a este tema paisajístico y social, las preocupaciones filosóficas de Machado siguen presentes, especialmente la pregunta por el paso del tiempo.

La tercera etapa en la poesía de Machado se caracteriza por un abandono del poema en el sentido más lírico y emocional en favor de un estilo más filosófico y sentencioso. El poema se convierte en pequeño cofre del pensamiento breve e ingenioso que reflexiona sobre todo tipo de temas, especialmente el tiempo, España, la poesía…Con este estilo poético Machado componeNuevas Canciones (1924):

Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. Su producción poética es amplísima, y se caracteriza por una continua evolución. Para facilitar su estudio, dividiremos su obra en tres etapas, pese a lo difícil que ello resulta en la ingente producción de un autor cuya obra parte desde Rubén Darío para culminar siendo maestro y guía de los más jóvenes vanguardistas.

La primera etapa es la modernista o sensitiva. Pertenecen a ella libros como Arias tristes, Jardines lejanos, La soledad sonora, Platero y yo, Pastorales…escritos entre  1900 y 1915. En estos años desarrolla y lleva a un grado de perfección lírica el Modernismo en España. No obstante, lo hace de una manera cada vez más personal que, pese a mantener los rasgos propios del movimiento, lleva el poema hacia una subjetividad espiritual constante en su obra. Como puede observarse en el poema que usamos como ejemplo, están presentes todas las características del Modernismo: el cromatismo y la importancia de lo sensorial en todo el poema, la musicalidad conseguida con aliteraciones y palabras de sentido musical, las sinestesias, la atmósfera melancólica, la interiorización ensoñadora del paisaje:

La segunda etapa es la etapa intelectual. Sus poemas se van depurando de todo artificio, eliminando todo aquello que resulta superfluo: elementos decorativos, anécdotas, biografismo, sentimentalismo. Persigue una poesía pura, desnuda, elemental, intelectual, que busca ser la palabra justa, el nombre exacto de las cosas. Está creando así la poesía pura que luego influirá definitivamente en la Generación del 27. Pertenecen a esta etapa sus libros escritos entre 1916 y 1936, y entre ellos destaca el Diario de un poeta recién casado (1917):

La tercera etapa, ya en el exilio debido a la Guerra Civil, lleva su poesía hacia un aliento místico. Se busca una unión mística entre la palabra y el mundo, entre él mismo y Dios, que es una verdad absoluta, una belleza absoluta, la palabra perfecta en el poema encontrada a través de la introspección en él mismo. Prescinde totalmente de la rima e incluso del verso, haciendo poemas en prosa en algunas ocasiones. Pertenecen a esta etapa libros como Animal de fondo, Dios deseado y deseante, La estación total, escritos entre 1937 y 1956 (año en que recibe el Premio Nobel).

3.2. Los movimientos de vanguardia

Entre 1910 y 1930 se da en toda Europa una efervescencia creadora que se conoce por el término bélico de “vanguardias”. Se trata de unos movimientos artísticos (especialmente activos en la pintura y la literatura) que pretenden una revolución estética radical, basada en una ruptura con toda la tradición anterior como nunca había sucedido en la historia del arte. Estos movimientos tienen especial intensidad en Francia, donde nacen el cubismo, el dadaísmo y el surrealismo; pero también en Italia y Rusia, donde se desarrolla el futurismo. Se trata de una sucesión vertiginosa de tendencias, de “ismos”, de corta duración muchas veces, pero siempre con un descarado ímpetu de renovación y de alejamiento de lo convencional, de lo tradicional, de la representación habitual de la realidad. El arte (el cuadro, el poema), se convierten en espacios que tienen valor por sí mismo, sin tener que “parecerse” a la realidad: el valor de la obra reside en su autonomía, en su carácter creador y no en su carácter imitador.

En España no se siguieron estos movimientos de la forma severa y a veces sectaria que mostraron en Europa. Los únicos “ismos” que se desarrollaron en forma de grupo o escuela con cierta importancia en nuestro país fueron el “creacionismo”, introducido por el chileno Vicente Huidobro, que residía en Francia y participó en toda la efervescencia vanguardista parisina, y el “ultraísmo”, movimiento basado, como el creacionismo, en el poder creador y sorprendente de la metáfora y de la imagen por encima de otros elementos del poema.

Ramón Gómez de la Serna, con sus “greguerías” (poemas breves basados en una sorprendente imagen o metáfora de tipo humorístico) fue uno de los avanzados de la vanguardia en España. Otros autores destacados del ultraísmo son Pedro Garfias o Guillermo de Torre. Algunos autores de la Generación del 27 escribieron sus primeros libros bajo la influencia del ultraísmo y el creacionismo: así ocurrió con Juan Larrea, Pedro Salinas o Gerardo Diego. Sin embargo, en libros posteriores abandonaron ese estilo común para encontrar su propia voz individual.

Pese a no haber un gran movimiento de vanguardia español, hay que señalar que todo este ímpetu renovador es fundamental para la formación de la Generación del 27 que, si bien rechazó las “normas” que cada “ismo” imponía a sus representantes, se vio profundamente marcada por la liberación de la imitación de la realidad que era común a todos estos movimientos y, en especial, resultó fundamental la influencia del surrealismo en la creación de imágenes libres y poderosas que profundizan en el subconsciente; para ellos la imagen surreal no era un fin en sí misma, como ocurría en el movimiento “ortodoxo”, sino un medio expresivo que manejaban según las necesidades de sus poemas.

3.3. La generación del 27

Los nuevos caminos poéticos abiertos por la obra de Juan Ramón Jiménez, considerado por muchos el “padre” de la Generación, así como los experimentos renovadores del vanguardismo, formaron el ambiente propicio en el que un grupo de poetas, nacidos entre 1892 y 1905, dan a la literatura española un nuevo momento de esplendor. Bajo el nombre de Generación del 27 destacan los siguientes poetas: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, entre otros. Miguel Hernández queda como un eslabón roto entre la poesía del 27 y la de posguerra. Muchos le consideran el último representante de esta generación pese a ser más joven que los más importantes representantes del grupo; no obstante, coincide con ellos en su búsqueda poética que pasa por la poesía pura y gongorina primero, para dejarse influir por el surrealismo después y alcanzar así la madurez expresiva y el estilo propio.

El nombre proviene de los actos que ese año se realizaron para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora. La poesía esteticista del cordobés, su atrevida utilización de la metáfora y sus juegos de lenguaje eran admirados por estos jóvenes poetas que, pese a su inmersión en las vanguardias, no despreciaban la tradición pues en ella, como quedaba claro con Góngora, encontraban lazos de unión con la modernidad.

El hecho de que coincidieran en estos actos de homenaje, y la calidad enorme que atesora cada uno de estos poetas no debe engañarnos respecto a su carácter de Generación. No hay demasiadas coincidencias comunes que permitan considerarlos un grupo poético uniforme. Cada uno de ellos tiene un estilo marcadamente personal y diferente al del resto. En cualquier caso, intentaremos encontrar algunas características que sean aplicables, en mayor o menor medida, a la mayoría de ellos:

  • Magisterio de Juan Ramón Jiménez, que convivió con alguno de ellos en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
  • Deseo de renovar la poesía pero, a diferencia de los vanguardistas, respetando la tradición literaria española.
  • Revalorización de la poesía popular que les lleva a cultivar el romance y otras estrofas tradicionales.
  • Influencia del surrealismo como medio expresivo y no como fin en sí mismo.

El inicio de la Guerra civil supuso el fin de la amistad que unía a muchos miembros del grupo y marcó diferentes destinos para cada uno de ellos. Lorca murió asesinado al comienzo de la sublevación. Alberti tomó parte activa en el ejército republicano y luego marchó al exilio junto con otros poetas republicanos: Cernuda, Guillén, Salinas…Otros, como Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o Gerardo Diego se quedaron en el país y actuaron de maestros de generaciones posteriores.

3.3.1. La poesía pura: Jorge Guillén y Pedro Salinas

En estos dos autores, la influencia de Juan Ramón Jiménez es más evidente que en el resto de la generación, pues estos, como aquel, buscaron en su estilo una poesía despojada de anécdotas y de sentimentalismo: la metáfora y la inteligencia, la desnudez de la palabra y la emoción de la palabra justa sin adornos superfluos son su marca de identidad.

Pedro Salinas comenzó influido por el ultraísmo y, bajo ese estilo escribió Seguro Azar (1929) yFábula y signo (1932). Pero, pese al interés de esas obras, por lo que recordamos a Salinas es por su excelente poesía amorosa desarrollada en sus libros La voz a ti debida (1934) y Razón de amor(1936). No se trata de un amor como el de los románticos, sino que se centra en la realidad cotidiana de la amada intentando extraer (poesía pura) lo esencial de lo cotidiano. Ya en el exilio publica otros libros en los que sigue indagando en la esencia de la realidad con obras como El contemplado (1946) o Todo más claro (1954). Veamos ahora uno de esos poemas amorosos de La voz a ti debida. En él observaremos que no hay una simple confesión de amor hacia la amada, sino que busca intelectualmente, a través del poema y la palabra, algo esencial que explique la misma esencia del amor y de la existencia. Quiere llegar más allá de la amada y todo ello con un lenguaje sencillo y desnudo.

Jorge Guillén también responde, más aún que Salinas, a esa actitud por la cual el lenguaje del poema se depura radicalmente. Utiliza palabras sencillas, elementales, casi coloquiales y sin adornos retóricos, pero altamente sugeridoras en el contexto del poema. En él predomina el sustantivo sobre cualquier otra clase de palabra, como si quisiera mostrarnos así la esencia de la realidad en su pureza más ideal. Su libro más importante es Cántico (1928-1950), poemario gozoso y lleno de vitalismo donde el autor expresa su júbilo y entusiasmo por la vida y por lo creado, por la armonía de un mundo bien hecho. Todas estas características pueden observarse en el poema siguiente titulado “Perfección”:

3.3.2. El neopopularismo: Rafael Alberti y Federico García Lorca.

Rafael Alberti nació en El Puerto de Santa María (Cádiz) y su extensa obra desarrolla todas las vertientes que caracterizaron a la Generación del 27, manteniendo siempre una voz absolutamente personal que lo distingue como uno de los mejores poetas españoles del siglo XX.

Su camino poético se inicia en la vena del neopopularismo (también cultivado, como veremos a continuación, por Gerardo Diego y Lorca). Bajo este estilo, que quiere recuperar las formas de la poesía oral tradicional castellana dándoles un nuevo tono vanguardista, escribió Marinero en tierra(1925). Como se observa en el siguiente poema, busca en este libro la plasticidad de la imagen junto con un alegre efecto musical, usando con gran maestría recursos formales propios de la poesía popular como el villancico o la lírica gallego-portuguesa: estrofas encadenadas, paralelismos…

Dos años más tarde, en 1927, publica, con ocasión de los actos de homenaje a Góngora, un libro en el que imita el estilo del maestro barroco: Cal y canto. En esta obra asimila la estética gongorina y las nuevas tendencias ultraístas.

En 1929 escribe otro de sus mejores libros, Sobre los ángeles, con el cual cambia totalmente de registro y se sumerge en la influencia del surrealismo para mostrar la desesperanza de un hombre que ha perdido la visión alegre de la realidad. Son imágenes irracionales y desconcertantes, pero que tienen la eficacia expresiva de mostrar el caos interior del poeta. Abandona las formas métricas regulares y usa el verso libre como se observa en este poema titulado Desahucio:

A partir de 1935, con libros como El poeta en la calle, Alberti, ya militante del Partido Comunista, pone su voz de poeta al servicio de la causa política. Por ello usa ahora un lenguaje sencillo para facilitar su comunicación.

La obra de Alberti es vastísima; baste, a modo de resumen, destacar algunos títulos ya escritos desde el exilio, como Entre el clavel y la espada (1941) o Roma, peligro para caminantes (1974).

Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros (Granada) en 1898 y murió fusilado por insurgentes franquistas en 1936. Al margen de sus obras de juventud, sus primeras obras importantes se pueden adscribir, como en el caso de Alberti, al neopopularismo. En su caso, este popularismo no tiene un carácter tan alegre y colorista como el de Alberti, sino que, inspirado por el folclore andaluz y el cante jondo, elabora un estilo propio de tipo trágico, doloroso y que muestra siempre el cercano aleteo de la muerte. Los libros de Lorca escritos en este estilo sonCanciones (1927), Poema del cante jondo (1931) y, sobre todo, una obra maestra de la poesía en castellano como es Romancero gitano (1928). En este libro utiliza todos los recursos que le ofrecía el romancero tradicional castellano (métrica, narratividad, fragmentarismo, vocativos, diálogos) y los enriquece con un imaginario surrealista y trágico de gran profundidad.

En 1929, Lorca vistita Nueva York. Su desconcertante visión de este nuevo mundo le lleva a desarrollar nuevos caminos que puedan reflejar esa nueva e inquietante experiencia americana. Así nace Poeta en Nueva York. Esta obra se caracteriza por alejarse totalmente del neopopularismo y el andalucismo de su etapa anterior. Son poemas herméticos, difíciles, caracterizados por la sucesión de imágenes surrealistas de gran expresividad que reflejan la angustia del hombre en un entorno hostil, materialista, mecanizado y deshumanizado caracterizado por la injusticia social.

Sus dos últimos libros de poesía fueron Divan del Tamarit, inspirado en la lírica arábigo-anadaluza ySonetos del amor oscuro, donde retoma la forma clásica del soneto para escribir poemas de amor amargo y doloroso.

3.3.3. El surrealismo: Vicente Aleixandre y Luis Cernuda.
Vicente Aleixandre nació en 1898 en Sevilla y murió en 1984. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1977 y ha sido uno de los poetas del 27 que más influencia ejerció sobre varias generaciones posteriores de poetas, empezando por Miguel Hernández, a quien acogió como discípulo y amigo cuando este se trasladó a Madrid.

En su producción poética pueden distinguirse dos grandes etapas. Una primera etapa marcadamente surrealista, que llega hasta 1954, y una segunda etapa caracterizada por una poesía más cercana y social a partir de esa fecha.

De su etapa surrealista destacan tres grandes poemarios: Espadas como labios (1932), La destrucción o el amor (1933) y Sombra del paraíso (1939). En todas ellas podemos encontrar un surrealismo usado como técnica que pone al servicio de una cosmovisión en que la naturaleza, el amor y la muerte aparecen ligados indisolublemente en un sentido de comunión y solidaridad cósmica con todo lo creado. Esta unión se observa claramente en el siguiente poema ( de La destrucción o el amor) en el que habla de un amor cuya fuerza reside en la perfecta comunión entre amor y naturaleza a través de las imágenes irracionales:

A partir de Historia del corazón (1954), Aleixandre cambia radicalmente y busca una expresión más sencilla, con una visión del hombre más histórica y social, menos cósmica y natural. La técnica de la imagen irracional desaparece y el poema se vuelve más narrativo y reflexivo.

Luis Cernuda nació en Sevilla en 1902 y murió en 1963. Su influencia es importantísima para los poetas españoles de los años 60. Comenzó su andadura poética fascinado, como muchos otros, por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y en esa línea publicó su primer libro Perfil del aire (1927). Luego conoce a Vicente Aleixandre y viaja a París y empieza a introducir técnicas surrealistas (si bien atenuadas y siempre dentro de un estilo personal tendente a lo clásico) en obras como Un río, un amor (1929) y Los placeres prohibidos (1931). Su poesía más personal empieza a perfilarse con Donde habite el olvido (1933). El tono de este libro se acerca ya a un neorromanticismo y una sencillez expresiva que se aleja del surrealismo y busca una poesía de tipo confesional, sincera, que explora las emociones de la vida y el amor desde una perspectiva pesimista. Todas estas características se pueden apreciar en el siguiente poema extraído de ese libro:


Con la guerra civil llega el exilio y otra de las obras más importantes del autor: Las nubes, donde se aprecia una importante influencia de la poesía romántica inglesa, cuyo estilo ya se adivinada enDonde habite el olvido. El poema se hace más meditativo y se olvida totalmente de la propuesta de la poesía pura de eliminar la anécdota, pues Cernuda proyecta sobre el poema su experiencia personal e incluso histórica. Este tipo de poesía será la que influya en los años 50 y 60 en España, en autores como Gil de Biedma o Ángel González. Sus últimos libros son Con las horas contadas yDesolación de la Quimera.

3.4. La posguerra
Cuando en 1939 se dio por terminada la guerra, mucho menos que una paz se ofrecía a la intelectualidad española. Los poetas más significativos del momento tenían dos opciones ante esa “paz”: el exilio, al que se acogieron la mayoría, pues sus ideas políticas o sociales hacían peligrosa su estancia en España, o seguir escribiendo en España dentro de un entorno hostil a la cultura.

La primera década de la posguerra puede analizarse, en lo poético, en los siguientes apartados:

  • Poesía de evasión. De carácter formal, esta poesía se refugia en el intimismo y evita hablar de la terrible realidad de la guerra o la ruina de la posguerra. La cultivan poetas como Luis Rosales, Leopoldo Panero o Dionisio Ridruejo.

  • En 1944 aparecen dos libros claves que suponen una ruptura para la poesía española de posguerra: Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. El primero supone una ruptura temática y  técnica considerable respecto de la línea poética de evasión. Usa un lenguaje más coloquial y directo y muestra la angustia del hombre que sufre las consecuencias de la guerra. Puede considerarse el primer paso hacia una poesía social como la que se dará en los 50.

La influencia surrealista pero rehumanizadora del libro de Aleixandre será una importante influencia en poetas de los 50.